Panamá
Los estudiantes y la crisis universitaria
Alainet
Era un viernes y la semana llegaba a su fin en la Universidad de Panamá. Varios grupos estudiantiles tenían varias semanas de estar analizando la situación nacional que se deterioraba con el paso de cada día. Los estudiantes compartían las preocupaciones del pueblo panameño en torno a los escándalos de corrupción que remecían al gobierno y, además, los anuncios de mega-proyectos que endeudaban a las futuras generaciones. Lo que más incertidumbre crea en los sectores populares es el encarecimiento constante de la “canasta básica”. Los precios de los bienes fundamentales se alejan cada vez más del presupuesto de la familia panameña.
Los estudiantes decidieron salir a la calle a manifestar su protesta – en solidaridad con el pueblo panameño – contra el alto costo de la vida provocada por las políticas gubernamentales. Desde principios de la década de 1940 –hace 70 años – los estudiantes repudian las medidas antipopulares de quienes ostentan el poder político levantando su voz para que todos la escuchen.
Los gobiernos de turno no han titubeado con amenazar el cierre de la casa de estudios. Así ocurrió en 1947 cuando los estudiante encabezaron el rechazo al acuerdo Filós-Hines que convertía a la República en una base militar norteamericana. En la década de 1950 durante las operaciones “Soberanía” que sembraba banderas en la desparecida Zona del Canal. La década de 1960 fue un constante enfrentamiento entre los jóvenes estudiantes y los políticos que sólo tenían intereses mercantiles en la mente. El golpe militar de 1968 fue rechazado por los estudiantes, causando el cierre por un año de la Universidad.
Durante el gobierno militar –1968 a 1989– no pasaba un solo día en que los estudiantes repudiaban mediante sus escritos y acciones la falta de democracia y los manejos turbios. En el período más álgido, entre 1971 y 1977, condujo los destinos de la Universidad el rector Rómulo Escobar Betancourt, quien logró establecer un método de convivencia entre los tres estamentos universitarios: profesores, estudiantes y administrativos. El acuerdo, con sus quebrantos, se ha mantenido hasta la fecha.
Incidentes graves han puesto en peligro la relación entre Universidad y gobierno, pero han sido resueltos a través de negociaciones que reflejan las condiciones cambiantes del país y de la Universidad. En muchas ocasiones las clases han sido suspendidas, para luego reiniciarse.
Quizás el capítulo más traumático que ha vivido la Universidad –al igual que el país– fue la invasión norteamericana a fines de 1989. La casa de estudios se preparó para lo peor: un cierre definitivo o una intervención militar extranjera. Sin embargo, los estamentos de aquella época se unieron y enfrentaron el reto con valentía. Incluso, el campus universitario “Octavio Méndez Pereira” vio los tanques norteamericanos, acompañados por soldados de infantería, penetrar sus predios para después retirarse.
El viernes, 26 de mayo de 2012, salieron los estudiantes a protestar y, como siempre, fueron reprimidos por la policía antidisturbios. Los enfrentamientos causaron daños materiales sustanciosos, como suele ocurrir cuando la Policía arremete contra quienes protestan. Habría que cuantificarlas y exigirle a las autoridades que repongan los costos de los daños ocasionados.
El Consejo Académico se reunió y rapidamente acogió una propuesta para cerrar el “campus” hasta que los ánimos se caldearan. Los miembros del Consejo ya están acostumbrados a estos cierres de 24 horas. Sin embargo, el cierre se prolongó por más de una semana. Entre medio, el Consejo Académico sancionó a seis estudiantes por su supuesta participación en el enfrentamiento con la policía antidisturbios. Esta decisión provocó otra protesta que fue contaminada por el ataque injustificado a un funcionario de la Universidad que filmaba a los estudiantes.
Las autoridades antes de reiniciar las clases le pidieron a todas las Facultades que realizaran asambleas con sus profesores para que deliberaran sobre los acontecimientos. Por unanimidad todas pidieron que se abrieran las aulas y que se normalizaran las clases. Se pidió también que se hiciera una investigación prolija de los incidentes ocurridos tanto el viernes, 25 de mayo, como cuando fuera atacado el funcionario universitario.
Los estudiantes, a su vez, no se quedaron mudos. Entre los comunicados se destaca uno que denunciaba “que la paralización de clases y el bloqueo del ‘campus’ obedece al interés de cercenar cualquier forma de crítica en contra de la dictadura de Ricardo Martinelli, mientras se aprueba el Fondo Soberano y se masacran los manglares de la ciudad de Panamá mediante leyes insensatas”.
Hay que recordar que la Universidad es una institución con una vida orgánica muy rica y variada. Mientras forma nuevos profesionales que reciben sus licencias para ejercer sus especialidades, también está realizando investigaciones y proyecta una labor de extensión en todo el país. Según el sociólogo argentino, Juan Carlos Portantiero, la universidad tiene tres competencias a partir de las grandes reformas del siglo XX: “La formación de los líderes políticos, el debate ideológico y la promoción del cambio social”.
La Universidad de Panamá ha cumplido con su responsabilidad y los estudiantes con los suyos, a pesar de enfrentarse muchas veces con situaciones desfavorables, producto de nuestra realidad nacional. A la institución fundada en 1935 sólo le queda seguir avanzando con la meta de consolidarse como conciencia crítica de la Nación.
Marco A. Gandásegui, hijo, es docente de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) Justo Arosemena.http://marcoagandasegui11.blogspot.com
Fuente: http://alainet.org/active/55434
Los estudiantes decidieron salir a la calle a manifestar su protesta – en solidaridad con el pueblo panameño – contra el alto costo de la vida provocada por las políticas gubernamentales. Desde principios de la década de 1940 –hace 70 años – los estudiantes repudian las medidas antipopulares de quienes ostentan el poder político levantando su voz para que todos la escuchen.
Los gobiernos de turno no han titubeado con amenazar el cierre de la casa de estudios. Así ocurrió en 1947 cuando los estudiante encabezaron el rechazo al acuerdo Filós-Hines que convertía a la República en una base militar norteamericana. En la década de 1950 durante las operaciones “Soberanía” que sembraba banderas en la desparecida Zona del Canal. La década de 1960 fue un constante enfrentamiento entre los jóvenes estudiantes y los políticos que sólo tenían intereses mercantiles en la mente. El golpe militar de 1968 fue rechazado por los estudiantes, causando el cierre por un año de la Universidad.
Durante el gobierno militar –1968 a 1989– no pasaba un solo día en que los estudiantes repudiaban mediante sus escritos y acciones la falta de democracia y los manejos turbios. En el período más álgido, entre 1971 y 1977, condujo los destinos de la Universidad el rector Rómulo Escobar Betancourt, quien logró establecer un método de convivencia entre los tres estamentos universitarios: profesores, estudiantes y administrativos. El acuerdo, con sus quebrantos, se ha mantenido hasta la fecha.
Incidentes graves han puesto en peligro la relación entre Universidad y gobierno, pero han sido resueltos a través de negociaciones que reflejan las condiciones cambiantes del país y de la Universidad. En muchas ocasiones las clases han sido suspendidas, para luego reiniciarse.
Quizás el capítulo más traumático que ha vivido la Universidad –al igual que el país– fue la invasión norteamericana a fines de 1989. La casa de estudios se preparó para lo peor: un cierre definitivo o una intervención militar extranjera. Sin embargo, los estamentos de aquella época se unieron y enfrentaron el reto con valentía. Incluso, el campus universitario “Octavio Méndez Pereira” vio los tanques norteamericanos, acompañados por soldados de infantería, penetrar sus predios para después retirarse.
El viernes, 26 de mayo de 2012, salieron los estudiantes a protestar y, como siempre, fueron reprimidos por la policía antidisturbios. Los enfrentamientos causaron daños materiales sustanciosos, como suele ocurrir cuando la Policía arremete contra quienes protestan. Habría que cuantificarlas y exigirle a las autoridades que repongan los costos de los daños ocasionados.
El Consejo Académico se reunió y rapidamente acogió una propuesta para cerrar el “campus” hasta que los ánimos se caldearan. Los miembros del Consejo ya están acostumbrados a estos cierres de 24 horas. Sin embargo, el cierre se prolongó por más de una semana. Entre medio, el Consejo Académico sancionó a seis estudiantes por su supuesta participación en el enfrentamiento con la policía antidisturbios. Esta decisión provocó otra protesta que fue contaminada por el ataque injustificado a un funcionario de la Universidad que filmaba a los estudiantes.
Las autoridades antes de reiniciar las clases le pidieron a todas las Facultades que realizaran asambleas con sus profesores para que deliberaran sobre los acontecimientos. Por unanimidad todas pidieron que se abrieran las aulas y que se normalizaran las clases. Se pidió también que se hiciera una investigación prolija de los incidentes ocurridos tanto el viernes, 25 de mayo, como cuando fuera atacado el funcionario universitario.
Los estudiantes, a su vez, no se quedaron mudos. Entre los comunicados se destaca uno que denunciaba “que la paralización de clases y el bloqueo del ‘campus’ obedece al interés de cercenar cualquier forma de crítica en contra de la dictadura de Ricardo Martinelli, mientras se aprueba el Fondo Soberano y se masacran los manglares de la ciudad de Panamá mediante leyes insensatas”.
Hay que recordar que la Universidad es una institución con una vida orgánica muy rica y variada. Mientras forma nuevos profesionales que reciben sus licencias para ejercer sus especialidades, también está realizando investigaciones y proyecta una labor de extensión en todo el país. Según el sociólogo argentino, Juan Carlos Portantiero, la universidad tiene tres competencias a partir de las grandes reformas del siglo XX: “La formación de los líderes políticos, el debate ideológico y la promoción del cambio social”.
La Universidad de Panamá ha cumplido con su responsabilidad y los estudiantes con los suyos, a pesar de enfrentarse muchas veces con situaciones desfavorables, producto de nuestra realidad nacional. A la institución fundada en 1935 sólo le queda seguir avanzando con la meta de consolidarse como conciencia crítica de la Nación.
Marco A. Gandásegui, hijo, es docente de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) Justo Arosemena.http://marcoagandasegui11.blogspot.com
Fuente: http://alainet.org/active/55434
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